Don Luis de Trelles, tuvo una formación profunda y en ambiente de disciplina y austeridad. Se dedicó al estudio de Leyes con gran aplicación y aprovechamiento. Cursó la carrera en la Universidad de Santiago de Compostela, donde impartían sus lecciones eminentes profesores; y coincidió con otros alumnos que más tarde destacarían en el campo de la literatura, de la política y de la vida pública.
Muy pronto don Luis comienza a ejercer como abogado, primero en su ciudad natal y después en la Coruña, donde ocupará importantes cargos en el ambiente de la jurisdicción militar, obteniendo el nombramiento de Auditor de Guerra de la Capitanía General de Galicia; y ocupando puestos importantes en el campo de la Audiencia y en Tribunales de Exámenes para oposiciones, cuando todavía era muy joven. Lógicamente, ya entonces se interesó por la política, pero fue a partir de 1852, cuando traslada su residencia a Madrid, que decide su ingreso en la causa de la actividad pública.
Establecido en la Capital, se relaciona con importantes personajes de la política, que le dispensan gran aprecio, y poco antes de finalizar 1852 es designado candidato gubernamental por el distrito de Viveiro, saliendo elegido diputado. Fue un mandato muy corto, porque muy pronto hubo cambio de gobierno. Durante su breve ejercicio, fue asignado a la Comisión de Peticiones desde donde combatió tenazmente uno de tantos casos de corrupción, el caso de los “cupones ingleses”.
El mandato de Don Luis fue breve, porque el 19 de abril de 1853 se disolvieron las Córtes. Vicente Manuel Cociña Vizoso, (que se había presentado en dos ocasiones por el distrito de Navalmoral y Vivero, siendo vencido), aprovechó la estancia veraniega de los dirigentes políticos vivarienses, para hacerles ver la necesidad de formar una unión liberal centrada y alejada de los enfrentamientos. La iniciativa tuvo éxito y Don Luis renunció el volverse a presentar a las elecciones inmediatas, cediendo la candidatura del distrito a Cociña. En prueba de su buena amistad, juntos fundaron el periódico liberal “El Oriente”.
El muevo gobierno instauró una censura de prensa “dramática”, por lo cual la oposición en la que militaba Trelles era hostigada. Ante esta censura los principales periodistas madrileños de oposición publicaron un manifiesto denunciando los excesos cometidos por el gobierno en materia de censura de la prensa, en violación del derecho consignado en el artículo 2º de la constitución, y de los artículos 8º y 10º del Decreto-Ley de imprenta. La publicación donde aparecía este manifiesto fue cerrada y sus autores procesados y perseguidos.
Don Luis de Trelles sufrió una gran decepción al comprobar que sus ideales de justicia, libertad y legalidad eran despreciados, y se apartó de la política, dedicándose, casi exclusivamente a su profesión de abogado, ejerciendo su labor legalista entregándose a la defensa de pobres y perseguidos.
Pero don Luis de Trelles concibe la política como un servicio y un ejercicio de vivir los principios de la fe. En aquellos años España estaba sometida a fuertes convulsiones y agitaciones sociales. Y ocurre que en Septiembre de 1868 tiene lugar en España la revolución llamada “la gloriosa”, que emprendió una persecución y hostigamiento a la Iglesia Católica. Don Luis guarda un amargo regusto de la política, pero le puede la vocación de servicio y la entrega absoluta a un ideal, y sobre todo un compromiso espiritual plenamente asumido. Él vive su fe, ahora y siempre, como una milicia, como una actuación de sus principios cristianos en todas las facetas de la vida; y así, impulsado por un compromiso espiritual, decide reiniciar su actividad en la vida pública.
Ya en 1865 manifiesta su oposición al reconocimiento del recién nacido Estado Italiano. (1861-1870) que se forjó a expensas de los Estados Pontificios. En esta ocasión, Trelles levanta una auténtica cruzada en su provincia de Lugo en defensa de la libertad de la Iglesia Católica. Así, pues se implica en la política movido por las circunstancias y siempre con el propósito de luchar por la defensa de la Iglesia Católica y la defensa de los derechos de los ciudadanos. Y siempre encaminado por el faro que le guía: “si algún día me pierdo en el mar de la política, el ideal religioso será mi salvación”:
En estas circunstancias y cuando en España se suceden continuas revueltas y sucesivos cambios de gobierno, el partido Carlista presenta un programa con el que Trelles se siente identificado y lo asume, porque considera se ajusta a sus principios.
Don Luis había declarado que nunca volvería a figurar en ningún partido político que no tenga por enseña la Religión Católica, Apostólica y Romana. En Diciembre de 1868 forma parte de los doce representantes designados para constituir la Asociación de Católicos, origen de la Junta de la Comunión Católico-Monárquica, de la que fue igualmente miembro. y que se ocupará de la defensa de los diputados carlistas procesados. En Abril del mismo año, acude a la decisiva reunión celebrada en Vevey (Suiza), con la presencia del propio Carlos VII como miembro nato de la Junta a título de delegado provincial por La Coruña y Santiago y también por Cáceres, manifestándose contrario a la lucha armada, a la guerra.
En 1871 resulta elegido como Diputado por el distrito de Vilademuls (Gerona), venciendo a Don Emilio Castelar, y don Luis se sienta en las Cortes. En el Congreso de los Diputados batalló por la causa de los Tradicionalistas con tan sinceras palabras que sus mismos adversarios le respetaban y aun miraban con benevolencia. Sus intervenciones fueron muy relevantes y mantuvo fuertes polémicas con sus rivales, hasta convertirse en una “vigorosa denuncia de la persecución religiosa del clero católico que azuzaba el gobierno revolucionario”.
Sus discursos brillantes y de gran valentía, desenmascaraban los engaños y coartadas del gobierno: “Sr. Presidente, la persecución del Ministerio Sacerdotal, erigido en sistema es contraria a la libertad que proclamáis, es la muerte de cualquier política porque hiere la conciencia en lo que tiene de más sagrado, en la fe y en las creencias religiosa. […]Es necesario ser sinceros, cuando se sienta un principio, es preciso aceptar las consecuencias en todo su desenvolvimiento. ¿Hay algo más grande y más bello que la libertad en todas sus manifestaciones? ¿No decís vosotros que la libertad en la prensa, en la tribuna, en todas partes es la espada de dos filos que cura las heridas que hace? Pues experimentémosla…”