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Luis de Trelles, abogado

"Don Luis quiso ser siempre un abogado de la justicia, y no hizo otra cosa en su vida que orar por los débiles y defender a los pobres y marginados", (Don Francisco Puy Muñoz)

Don Luis de Trelles, mostró desde los primeros años de estudiante, una gran inclinación al estudio de las leyes. Lo cierto es que esta afición la heredaba de su padre que ejercía la profesión de abogado y también su abuelo había practicado la misma profesión.

De 1833 a 1838 cursa la carrera de Leyes en la Universidad de Santiago de Compostela, con gran aprovechamiento y, ya en 1839, enseña la asignatura de Derecho como profesor encargado por el claustro. A partir de 1840 se inicia como abogado en Viveiro, en el bufete de don Benito Galcerán Mosquera, su futuro cuñado. Posteriormente, en 1842, se traslada a La Coruña donde se matricula como abogado en ejercicio  abre su propio bufete, destacando desde el primer momento por su inteligencia y profundo conocimiento del Derecho Civil. Fue abogado de los pobres, entonces ejercicio voluntario y gratuito; miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados y Secretario de dicho Colegio.

Trelles Abogado_PequeñaEn esta misma época, y a pesar de su juventud, desempeñó la asesoría y Fiscalía de Rentas de la Coruña, y por nombramiento de la sala de Gobierno de la Audiencia, la Cátedra del Notariado y la Secretaría de la Junta del Cuerpo de Notarios. Asimismo obtiene el nombramiento de Auditor de Guerra y Fiscal sustituto del Juzgado de Guerra de aquel Departamento Militar.

En 1852 se funda en La Coruña la Revista Periódica y Administrativa de Galicia, donde se recogen artículos jurídicos nacidos de la pluma de nuestro personaje, algunos de gran importancia. Uno de ellos lleva por título “Estudio sobre la aplicación del artículo 248 del Código Penal”. Trelles realiza una interesante distinción entre la acción de calumnia o injuria, que eran delitos privados, incoada únicamente a instancia de parte, y su diferencia con respecto a la acusación calumniosa, delito público, perseguido de oficio. Termina el artículo invocando el principio de que, al reo, en la interpretación de las normas penales, habrá de dársele la interpretación que resulte más favorable al inculpado.

En Julio de 1852, traslada su domicilio a Madrid, donde abre bufete de abogado, y se dedica a su profesión con intensa actividad. Vuelve a desempeñar la función de “abogado de los pobres”, sin retribución alguna. Entre las causas defendidas personalmente por don Luis de Trelles están algunas de las más destacadas de la época, defendiendo con especial energía cualquiera que fuese víctima de algún atropello o violencia.

Eran años muy convulsos, en que se sucedían las revueltas y se perseguía a los vencidos; y don Luis toma parte por los que son víctimas de injusticias. Formó parte de la Asociación de Católicos y organizó las Juntas de Abogados Carlistas, comprometidos en la defensa de los carlistas, que en aquel momento eran hostigados. Defiende a señalados personajes con gran brillantez y consigue la libertad de muchos. Invoca la necesaria independencia del poder judicial y defiende la legalidad en la esfera política, que es la síntesis de la justicia, de la moralidad y de la libertad. Defendió la legalidad en todas sus actuaciones y fue un defensor de la libertada política, la libertad de prensa, la libertad de reunión y la libertad religiosa. Promovió el respeto a la propiedad privada y el precaver el delito con la ley y siempre dentro de la ley.

Entre las causas defendidas por don Luis, están algunas de las más destacadas de la época, como la que ejerció defendiendo en la Audiencia de Madrid a don Lucio Dueñas y Caro, cura ecónomo de Alcabón, que había sido condenado a muerte. En apelación ante la Sala Primera de la Audiencia de Madrid, y en su defensa, don Luis pronunció un discurso magistral, consiguiendo que la pena de muerte fuese conmutada por el por el destierro a Cuba y posteriormente regresó a España, en uno de los Canjes de Prisioneros, promovidos por el Venerable.

Otra causa muy notable defendida por don Luis de Trelles, fue la defensa de la “Conspiración de Sigüenza”, formada por don Joaquín García Muñoz y otros ocho hombres. El 10 de Mayo de 1870, en vista pública de la Audiencia de Madrid, don Luis emitió su alegato con un magnifico discurso, en el que, basándose en los principios de los derechos individuales desarrollados en la Constitución, no se trataba de una conspiración, sino de una lícita reunión. Las líneas maestras de sus actuaciones se basan en los derechos individuales, en las garantías procesales y en la necesaria independencia del poder ejecutivo.

Uno de los casos más significativos acometido por el abogado Trelles fue la defensa de doña Baldomera Larra y Wertoret (hija del escritor Mariano José Larra), que asumió por considerarla una persona perseguida, marginada y previamente condenada por el vulgo sin oírla. Don Luis se ocupó de este caso tan complejo desde el punto de vista jurídico, comenzando por tipificar adecuadamente el supuesto delito cometido por doña Baldomera, distinguiendo entre lo que es moralmente reprobable y lo que legalmente es delito. Doña Baldomera era una especie de “banquera popular” que aceptaba depósitos de dinero por el que pagaba intereses elevados. Cuando abandonó su domicilio, el 4 de diciembre de 1876, recayeron sobre ella las sospechas de fraude, y sin más motivo aparente le fue incoado un proceso penal por el delito de alzamiento de bienes.

La defensa de don Luis de Trelles fue muy acertada, y su argumentación tendió a demostrar que el fracaso de las operaciones bancarias fue debido a desgraciados azares e imprevistas eventualidades; pero no al engaño, ni al deliberado propósito de defraudar a los depositarios, los cuales, además, le buscaban a ella, suplicándole que les aceptase el depósito, por el que ella le rentaba un interés fuera de lo común. El abogado Trelles, desarrollando brillantes razonamientos legales, muy ingeniosos, logró la libre absolución de su patrocinada.

La abogacía fue la primera vocación profesional de don Luis de Trelles, que ejerció hasta el final de su vida, y en todas sus actividades relativas al ejercicio del Derecho, se descubre el modelo de hombre de Dios, válido para servir de ejemplo a todos los que se esfuerzan por vivir y crecer según los principios de la Fe. La virtud y el derecho fluyen en él con absoluta naturalidad y desde lo más íntimo de su ser, cual corresponde a quien habla de lo que está convencido y que rebosa de su corazón.